Durante la Edad Media las imágenes son protagonistas dentro del proceso de
enseñanza- aprendizaje que la iglesia impulsó, pues debían instruir los modelos
de conducta y de fe que la iglesia consideraba necesario que fueran
transmitidos a toda la sociedad.
Se confeccionó un sistema de coordenadas que daban a entender sobre lo que era bueno y malo, por
tanto, sometía a todos los que estaban bajo el dominio feudal, con la amenaza
de condenación en el fuego eterno.
Surgía entonces una iglesia reforzada con el propósito
de convertirse en el poder espiritual y terrenal. Gombrich la calificó como “Iglesia
Militante”, ya que instrumentalizó las artes pláticas, confiriéndoles una
función pedagógica y se aventuró a representarlas en la puerta de cada iglesia,
recurriendo al poder de convicción que confiere lo tangible para el pueblo. Esculturas
y pinturas, labraban y dibujaban lo esencial de la doctrina cristiana.
Al respecto, André Grabar afirma en su libro, “Las vías
de la creación en la iconografía cristiana” (1988), lo siguiente:
“Durante
la Edad Media, la iconografía cristiana fue un apreciado medio de expresar las
cosas de la fe, un medio al que constantemente se recurría y que intervenía, a
menudo de modo importante, en la vida de las gentes. No resulta exagerado, que
durante la Edad Media, la enseñanza de la religión se llevó a cabo de forma
audiovisual.”
La imagen
entonces se convirtió en un medio didáctico, fundamentada en la reverencia a la
divinidad y en la pérdida del individuo en el conjunto o grupo, siendo incapaz
de intelectualizar su fe per sé.
La iconografía cristiana y la Defensa de las imágenes.
La iniciativa de la iconografía cristiana se produce en
la época de Constantino, pero en el siglo V, el papa Gregorio el Grande,
definía el papel de la imagen cristiana, que resultó determinante para el mundo
de lengua latina, ”Pictura est laicorum literatura” ( la imagen es la escritura
de los iletrados). Afirmando así el papel pedagógico de la imagen cristiana
frente a las corrientes iconoclastas.
Según las autoras:”En las paredes de los santuarios
latinos, se rememoraban acontecimientos evangélicos, acompañándolos de
inscripciones llamadas tituli; que servían de exégesis de las escenas
representadas.” (Pág.232)
En el año 726 Juan Damaceno, reflejaba su sentir al ver
las imágenes:
” Cuando
no tengo libros, o mis pensamientos me torturan, me voy a la iglesia que es
asilo abierto a todas las enfermedades del alma. Las pinturas atraen mi mirada,
cautivan mi vista, así insensiblemente llevan mi alma a alabar a Dios.”
San Gregorio, defiende el hecho de que las imágenes
estén en la iglesia, no para ser veneradas, sino para instruir las mentes de
los ignorantes.
La iglesia occidental creó una nueva manera de
representación, ya no se basarán en la percepción visual ni a la determinación
del tamaño según la distancia del objeto, sucederá un nuevo canon o escala, la
del tamaño espiritual, según la cual, la proporción de los objetos aumenta o
disminuye en relación directa con su cercanía con la divinidad. Desaparece la
imitación de la realidad visible, a favor de que lo representado sea más inteligible que sensible, de los
dogmas de la fe.
Estas imágenes estaban dirigidas a dos grupos de la
sociedad feudal y entonces la iglesia debía imponerse sobre las relaciones
feudales –vasalláticas (caballeros y “laboratores”), que junto a los clérigos conformaban
el orden social tripartito.
El Todopoderoso, Señor de señores y la imagen que de él
se proyecta a los hombres es la autoridad feudal, de la que todos somos sus
vasallos.
El Cristo del románico no proviene de los Evangelios
sino del Apocalipsis; es pues, un Dios que castiga desde su trono, rodeado de
sus vasallos. Su poder es revelado al campesino como el del señor de su
tenencia y al caballero como el de su señor feudal, por lo tanto todos le deben
adoración.
Es un Dios justiciero, por lo cual las imágenes que
predominan son Dios en el trono, rodeado por veinticuatro ancianos. Mediante el
temor al juicio final, la iglesia hizo alianza con los hombres, para que los
santos intercedieran por ellos ante el Juez. Esto ayudó a que surgieran los
movimientos de peregrinación y adoración a las reliquias, además de impulsar
las donaciones y las limosnas para facilitarse el futuro perdón.
En contrapartida, no todos los estudiosos del arte
medieval defienden que la imagen tuviera un valor didáctico-religioso, como se
recoge en el artículo publicado por
Meyer Schapiro, con él título:”Sobre la actitud estética en el arte románico,” donde
recoge la diatriba que San Bernardo dedica al abad Guillermo de San Thierry
(1124-1125), en ella advierte sobre las esculturas que están en el claustro y
tientan a la concupiscencia de los ojos. Este estudioso aborda el tema, en el
sentido de que la imagen sólo era usada si resultaba útil o devocional. Las autoras
rechazan esta idea diciendo que en realidad San Bernardo se expresaba con
respecto a la falta de decoro y no a la prohibición de imágenes.
También se refieren a que San Bernardo pensaba que esas
esculturas hermosas no debían estar delante del flujo de mucha gente porque se
deterioraban o se ensuciaban y esto no era agradable para un símbolo de
santidad.
Por otro lado, las imágenes monstruosas, pertenecen al
círculo temático cristiano como personificaciones del mal y del infierno,
siendo de todos modos parte del plan de salvación.
En el Medioevo se configuró entonces un sistema de
coordenadas que determinaba o no la entrada al paraíso, ese era el fin último.
François Villón describe en unos versos el impacto que
tuvieron estas imágenes en su madre:
“Soy
una mujer, vieja y pobre,
Ignorante
del todo; no puedo leer,
En
la iglesia de mi pueblo me muestran
Un
paraíso pintado, con arpas,
Y un
infierno, donde hierven las almas de los condenados;
El
uno me alegra, me horroriza el otro.”
San lázaro de Autun
Extraído: Muñoz, L y Ruiz, G. (2003).El arte de enseñar
a través del arte: el valor didáctico de las imágenes románicas. Educatio Siglo
XXI.nº20-21.Facultad de Educación .Universidad de Murcia.pp.227-244.
No comments:
Post a Comment